Waiting for the night
Fue, como dice Keane en uno de los temas más lindos compuestos en los últimos años, "Somewhere only we know...". Un lugar que sólo nosotros conocemos.
Viernes a la noche. Recuerdo que no era particularmente una noche fría, sin embargo el fuego estaba encendido. Las luces tenues en la ciudad. Hasta parecía un escenario montado a medida.
Fue el viaje más largo, en tiempo, que alguna vez haya hecho. Asumo que no duró más de media hora: la ansiedad se encargaba de hacer el resto. El nudo en el estómago no lo calmaban ni un batallón de Uvasales de diversos sabores, y yo creo que sudaba un poco. Mi bolso contaba compactos como caramelos de miel, eran sólo un condimento más, necesario por cierto, muy necesario.
La primer mirada contuvo la respiración, tan cómplice como preciosa, tan "ella" como "yo". Creo recordar la escasa necesidad de cerrar la puerta. Creo recordar la escasa necesidad de hablar fuerte o de gritar. Creo recordar la imperiosa necesidad de susurrar al oído, de mirar a los ojos, de sentir como nunca. Creo recordar su primer caricia como única, creo no olvidar jamás ese momento.
A uno de esos caramelos se le sacó el envoltorio y lo compartimos juntos. No era un caramelo desconocido, pero su sabor, esa vez, fue único, tal vez irrepetible. Y así pasó la noche, entre caramelos y pies descubiertos.
El té de la mañana no fue el mismo de siempre. Era muchísimo más dulce que el de todos los días. Y yo era otro. Y nunca fui igual.
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