Al oído
Vení, acercate. Escuchame un rato.
Hace ya un año que no estamos juntos. Siempre acentué mucho lo que extraño a Lucia, lo que la necesito, lo que la quiero y lo que la amo. La necesidad y sus formas, las lágrimas y sus significados, los recuerdos, todos: sus aromas, sus juegos, mi cara de felicidad reflejada en sus ojitos.
Pero hoy el tema es con vos. Tiene fecha, hora, sensación la lejanía, pero no el recuerdo. Sí, faltan algunos días para que se cumpla un año desde que decidimos, en la práctica, tomar por separado el rumbo de nuestras vidas. Parece que fue ayer, hace muy poco, cuando me volví temprano del trabajo para terminar de embalar todo, acompañarlas y quedarme llorando solo como un tarado en el medio de Retiro. Parece hace no más que una semana que llegó ese lunes por la noche en el que nos dijimos todo mirándonos a los ojos y dijimos “basta”, por ella y por nosotros también.
Y sí, puedo decir que te extraño. Puedo decirte que la deuda es enorme y que nunca se paga. Ni al contado ni en cuotas. Ni ahora ni nunca. Siempre mis acciones van a estar en el debe. No me vale recordar ese “yo sé que te cagué la vida” que me dijiste esa mañana. No, los dos sabemos que no es así. Y si esa frase representaba el embarazo, y por consuecuencia significaba Lucia, te aseguro que lograste todo lo contrario. Me diste una hija, la más linda del mundo. Me hiciste el tipo más feliz on earth, me enseñaste a cuidar y a cuidarte, a cuidarme y a cuidarla. Pero no fue suficiente.
Faltaba “eso”. Eso tan necesario en cualquier pareja llamada “amor”. Sí, hoy lo puedo decir, o por lo menos lo puedo contar con cierta libertad, sin que la presión en el pecho no me permita seguir tecleando. Es lo único, lamentablemente. Podrían haber faltado millones de cosas, que nunca faltaron. Ni charla, ni comprensión, ni diversión, ni complicidad. Faltaba amor. Nada más y nada menos que amor. Es sólo un elemento. Pero vale por diez, por cien, por mil. ¿Si me siento culpable? Totalmente. De hecho, me siento el único culpable, más allá que vengas vos, y mil personas atrás, a decirme que no. Por más que me quieras convencer que no es así.
Gracias por Lucia, por cuidarla tanto, por quererla y amarla tanto. Gracias por los abrazos contenedores a las siete de la mañana mientras yo descargaba mi bronca en formato lágrimas. Gracias por entender que yo extrañaba a Luchi antes que se fuera. Gracias por acercarme tanto a ella, por hacerle saber quién es su papá y cuánto la ama.
Y gracias por escuchar todo esto que te dije al oído. Más ahora que no sos mi mujer.
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