Borrón y cuenta nueva (Parte 2)
El reloj marcaba las 20.30 cuando, sin que hubiera una pregunta previa, empezó a graficarme su historia. Mate en mano, mirando hacia abajo, cambiando el entrecejo por uno más fruncido, de esos que te dicen todo: "Vamos a hablar un rato en serio", decía su expresión. El, que de chico se mostraba como alguien reservado y poco afecto a mostrar sus sentimientos, se despachaba con cosas que jamás me hubiera imaginado. Es cierto, conocía parte de su historia, no toda pero sí lo suficiente como para tener una idea un poco más concreta del personaje.
Me contó que de chico hacía muchas cosas en el día, que a veces rogaba que las 24 horas fueran mucho más que eso porque se quedaba "corto" en las actividades, y siempre pedía hacer un poco más. Me transmitió su felicidad cuando habló de sus padres, del sacrificio que siempre mostraron y predicaron, porque no solamente vale sacrificarse, sino también empujar al sacrificio. Pues en este caso, para él, se dieron las dos cosas.
Me habló de su primer amor, de aquella chica a quien siguió durante tres cuadras en el barrio, a la salida del colegio, para decirle que le "gustaba", sin que ella modificara en absoluto su manera ni de sentir ni de pensar sobre él. Me contó acerca de su primer beso, casi inocente, a las escondidas de todo el mundo, en la casa del vecino. De esa cosquilla que no sabe denominar bien cómo se llama, ni sabe definir con precisión quirúrgica de qué se trata, pero que ocurrió en la adolescencia, y que de grande también la sintió, sólo que en esta última etapa creyó poder manejarla con holgura. Error. Al parecer, según me cuenta, "eso" no se maneja con la edad. Se siente y punto. Y no hay DNI viejo ni experiencia que valga. Y ni se te ocurra intentar dominarla, lo más probable es que la próxima vez te ataque aún peor.
Después llegó, creo, lo peor. La etapa en la que empezó a trabajar, el momento en que su viejo se enferma, aquella mañana en la que ya no pudo contar más por qué el 7 de Independiente es un mal jugador que "no sé cómo carajo está en primera". "It's workin' time", parece que le dijeron, y se puso el overol. Y no pidió que le dijeran si lo hizo bien, regular o mal, lo hizo. Le costó mucho, más que un kilo y dos panes. Pero salió. A los tumbos, emparchando huecos, atando cosas con alambre, pegando con engrudo en vez de prolijamente. Así salió un poco a flote.
Y pasó el tiempo y llegó el amor de su vida. El verdadero amor de su vida. Ese amor que hoy tiene dos años, que le ilumina todos los días por más que esté lejos, que es el real motivo de su existencia.
Y llegó la mujer de su vida, aquella de la que ya hablamos, la mujer perfecta en el lugar perfecto en el momento menos apropiado.
Y la situación se complicó un poco.
"Pará, no entiendo nada...Todo esto que me estás contando, ok, lo entiendo, pero...¿Y la nueva vida?", pregunté. "Si fuera todo tan claro no sería mi vida la que te estoy contando", me dijo, dandome a entender que había más cosas que yo debía de comprender. Todavía no habíamos hablado de sus frustraciones, todavía no me había mostrado todas las cartas, es más, siquiera había terminado de mezclar las cartas y yo ya le cantaba envido. Demasiado apurado, es posible. Ansioso. Sí, también ansioso. Es probable.
Cuando le grafiqué mi apuro con esa metáfora, dijo "exacto. Ahí está. Es eso". Yo me quedé atónito: no entendía absolutamente nada. "De eso se trata mi vida: de barajar y dar de nuevo. De una nueva vida".
Tomó la pava, la llenó de agua nuevamente, y mientras esperaba que se calentara el agua me empezó a contar. Sus frustraciones personales, sus parejas truncas, todo aquello que alguna vez le había generado cierta sensación esperanzadora. Y la forma en que cada uno de esos proyectos se caían como castillos de naipes. O como él mismo lo arruinaba todo.
¿Con quién me encontré en esa charla? Con alguien con una feroz autocrítica a medias. Sí, es complejo de explicar y de entender. Es conocedor de sus errores y de sus horrores, es responsable en primera persona de sus culpas, pero a su vez las comparte. Como si los errores y las frustraciones debieran de ser todas divididas. Y a su vez, es conciente de ello. Y no sabe si eso es efectivamente así, no conoce el grado de responsabilidad de los demás involucrados. Y por momentos intenta sacarles presión, entender que ya "no había mas nada que hacer", que no tenían culpa alguna. Y por momentos carga sobre ellos, no entiende el por qué actuaron así y lo dejaron solo. Solo con su compromiso, con sus intenciones, con sus ganas de hacer cosas. Con sus ilusiones.
"¿Y pudiste salir de todo eso", repliqué.
"¿Tenés tiempo?", repreguntó.
"¿Tenés tiempo?", repreguntó.
"Los mates dan tiempo, no hay problema", respondí, seguro que la respuesta a mi primer pregunta no sólo era positiva, sino que además, era lo más importante de todo el embrollo.
Y ahí me quedé, esperando que me contara cómo hizo.
(Continuará...)
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