Malvinas, o el regreso a la inocencia
Habría que remover cielo y tierra dentro de esta casa en la que me encuentro en este momento para encontrar una cinta de audio que tiene 23 años de antigüedad. Demasiado tiempo ha pasado, demasiado tiempo me llevaría encontrarla.
En esa cinta creo que está mi primer acercamiento con el periodismo. Realmente no recuerdo el color de la "salita" a la cual pertenecía en ese año. Creo que mi mamá tampoco lo recuerda. Sí sé de qué se trataba: Malvinas. Sí, yo, en el jardín de infantes, a los cuatro años, hablaba de Malvinas.
Siempre tuve una debilidad especial por el tema Malvinas. No soy un estudioso del tema ni mucho menos, y reconozco caer habitualmente en el olvido en el que caen millones de argentinos sobre el tema. Pero durante mucho tiempo, me afectó y bastante el tema. Mirándolo desde afuera, gracias a Dios. No conozco ni amigos, ni familiares, ni conocidos que se hayan jugado la vida en Malvinas. No tengo conocimiento de personas cercanas a mí o a mi familia que se la hayan visto negras por la patria, patria a la cual pertenezco. Pero me ha sensibilizado siempre el tema Malvinas. No sé bien por qué.
Me imagino que mis, por entonces, cuatro años de edad, me imposibilitaban tomar conciencia de lo que pasaba. Igualmente no lo restrinjo a un tema meramente generacional: argentinos muchísimo más grandes que yo pareciera que tampoco tenían idea de lo que pasaba. "Que vengan, les presentaremos batalla", decía el hijo de mil puta de Galtieri frente a una Plaza de Mayo rebalsada de almas engañadas y de banderas celestes y blancas, en una jornada soleada y otoñal. Y la gente creía, ilusa. Algo que me llamó la atención fue que los militares llamaron a su golpe de estado como "Proceso de Reorganización Nacional". Razón no les faltó: con el desastre que hicieron, el país casi que tuvo que barajar y dar de nuevo.
Pero no nos alejemos del objetivo. Creo que lo que me motivó a reflexionar (una vez más, un año más) sobre Malvinas fue algo que leí hoy en la revista Hombre, un testimonio de un ex combatiente de nombre Norberto Santos, y que paso a transcribir textualmente:
"Dicen que soy historia pero tuve que negar que había estado en Malvinas porque nadie me daba trabajo. Nuestra sociedad nunca entendió lo que nos pasó allá. Es una mochila que me cargaron a los 18 años. No sé si porque perdimos la guerra o qué, pero el país nos abandonó. Nos hicieron volver por la puerta de atrás. Salvo nuestros familiares, nadie nos esperó".
Y si, macho, tenés razón. Es tal cual. Este país, o la gente de este bendito país, se ha encargado y se sigue encargando sistemáticamente en separar en vez de integrar, en denigrar en vez de alabar a nuestros héroes. Y a veces pienso que lo peor que puede pasar, es justamente el dos de abril. Es ese día, y en los otros 364 ignoramos. Y así con tantas otras cosas. Lamentablemente, los ex combatientes de Malvinas son únicamente una muestra de nuestra ignorancia, sumada claro está a un desinterés por la historia realmente alarmante: podríamos mencionar a pseudopróceres que no son más que traidores a la patria, políticos con verdaderos prontuarios que siguen ejerciendo sus cargos (nótese que usé la palabra "ejerciendo" porque no se me ocurre otra: podría haber mencionado dicha acción con la expresión "calentando la silla y robándose la plata", pero no quise ser "tan" gráfico) y así los ejemplos de ignorancia tremenda seguirían, seguramente.
Ojalá Malvinas, algún día (esperemos que lo más pronto posible) sirva de ejemplo para recuperar la memoria. Para que no llenemos la Plaza para defender una guerra. Y yo, mientras termino de escribir esto, me pregunto en qué pequeña Malvinas nos estaremos metiendo, qué problema estaremos aceptando inconscientemente y cuánto tiempo nos llevará darle cierto mérito a quienes defendieron la patria. Por más que unos cuantos pelotudos pasados de whisky hayan decidido por todos nosotros.
<< Home