First and down
El reloj marcaba las 23.55, o las doce menos cinco en la réplica porteña del Big Ben. Mi espera ya era casi eterna, o yo al menos la consideraba así. Lenta, progresiva, martirizante.
Apareciste. Me acuerdo que mi mirada de "estás un poco demorada, no?" creo que te asustó. Los pasajes no sabemos bien por qué lo elegimos hacia allá. ¿Qué tiene Tandil que no tenga otra ciudad? ¿Piedra movediza, Posada de los Pájaros? ¿Algo desconocido que nos llame la atención? No lo sabemos. Buscamos "algo tranquilo" para los cuatro. Por lo menos para mí, después de un año a puro trabajo.
Jeans los dos, Nahuel con esos pantalones de jogging que lo caraterizaban, Lucas dormido. Creo que ahí empecé a cantar "Stand by me", en ese viaje. Nos acomodamos como pudimos en esos tres lugares, uno adelante, dos atrás. Creo no haber dormido tan incómodamente ni placenteramente nunca en un colectivo, todo al mismo tiempo y formando parte del mismo combo gigante de felicidad.
Seis de la mañana. La nada misma. En Tandil se puede ver a mil metros de distancia nítidamente un domingo a las seis de la mañana sin obstáculo alguno que dificulte la visual. No cars, no people. Just nothing. Taxi, por favor, a un hotel tres estrellas, el que conozca. Esperame que averiguo, ¿cien pesos por día? Demasiado para nosotros. Yo conozco una hostería muy bonita, bueno llévenos, nos sale la mitad que el anterior, vamos. tome, gracias.
Siete y media de la mañana. Ellos dormidos. Nosotros casi. Dos camas, ya sabemos cuál me toca. La de una plaza. Sí, lo sé, esa es para mí. Cambiate, y a dormir. No, pará. Estás preciosa. Más que de costumbre. Mucho más que de costumbre.
Después de esa mañana, hablé con cosas que jamás me hubiera imaginado. El espejo me contó que fue hermoso. El piso fue testigo privilegiado de eso y me dio algunos detalles. La ropa, así arrugada tal cual quedó, tenía impregnada el perfume de los dos. El químico, suave como siempre, y el propio, mezclados.
El reloj marcó las nueve. El comienzo de todo. Y, por qué no también, el principio del fin.
A veces las primeras veces pueden no terminar siendo tan placenteras como uno desearía...
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