Decir que no
Hace poco, escuché decir a Diego Peretti (sí, el de los Simuladores) que "no" es una de las palabras que más placer le daba decir.
Pues a mí no.
De hecho, me llena de impotencia, al menos para ciertos temas puntuales. Y ya es el segundo "no" que digo, con muchas ganas que sea un "sí". Pero cambiar ese "no" por un "sí" implicaría un montón de problemas, desencuentros, engaños, actos perjudiciales y, sobre todo, intenciones, que no tengo. No porque no quiera. Sino porque no lo siento así.
Decir que "sí" podría sonarme muy tentador, particularmente tentador. Incluso podría inclinarme a ser alguien que no soy, o que al menos creo que no soy, despreocupado de la realidad de los demás. No quiero, no tengo esas intenciones. No me dan ganas.
También reconozco en ese "no" un acto de estricta justicia con mi corazón, y un reconocimiento a las personas que me dijeron que "no" porque pensaban algo similar a lo que yo pienso y siento en este momento. Y quizá a esas personas les haya pasado lo mismo: sentir inmensas ganas de decir "sí", pero no sentirlo.
Espero no arrepentirme.
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