Carlos Paz gris, excepto ella

No es una ciudad que me llene, que me apasione. Todavía no le encontré el gusto a Villa Carlos Paz. La conozco tranquila, fuera de temporada, y la conozco llena, pletórica de gente dispuesta a descansar, a pasarla bien. Ninguna de sus dos versiones me llena. Es indudable que es una linda ciudad, que tiene atractivos para mucha gente...creo que no para mí.

Hoy Carlos Paz recibió al 2005 con muchísima lluvia, gris, tranquila. No pareciera ser una ciudad que hoy comienza una temporada que, quienes conocen este sitio muchísimo mejor que yo, proyectan como la mejor en los últimos diez años. Sin embargo acá estamos, sumidos en un locutorio que tiene una conexión para puerto USB pero sin Windows XP que me permita bajar 30 fotos más.

Reitero, Carlos Paz está gris. Pero ella no. Como buen pelotudo que soy, no tomé el recaudo necesario de entrar a la casa cámara en mano. Hubiera sido "LA MEJOR FOTO DE LA VIDA". Así, remarcado, entre comillas y en mayúsculas. La cara impagable, irrepetible, la sonrisa de oreja a oreja, casi saliéndose del rostro. Todo perteneciente a ella. Derramar una lágrima hubiera empañado algo lo suficientemente reconfortante como para ocuparme de esas cosas, por suerte no me pasó, no es algo que obviamente uno tenga planeado ni mucho menos, pero suele pasar con un simple llamado telefónico, así que lo más lógico hubiera sido que me pasara al verla en persona. Gracias a Dios no pasó. No esta vez.

Antes de eso pasó un viaje no muy cómodo que digamos, un compañero de asiento que saca un libro de "Las máximas del hombre cualquiera" escrito por Gabriel Schultz y mi amigo The Joteman. Imposible no preguntar. Imposible no repreguntar. Imposible no indagar su curiosidad hacia ese libro. Imposible que el flaco mostrara media cuota de amabilidad.

En el medio del viaje, en un parador que vaya uno a saber en qué lugar de la Argentina se encontraba (Santa Fé maybe), la peor de las noticias, la preocupación por saber qué pasaba, si algún amigo o conocido había sufrido heridas...ni que hablar de la posibilidad de la muerte. La sensación de desazón e impotencia te gana al análisis que hoy, a 36 horas de ocurrido, uno puede hacer. Seguramente habrá gente que opinará como yo, que a estos chicos no los mataron ni las bengalas ni el fuego ni el humo, sino la negligencia, la falta de educación, la nula capacidad de contralor, las ganas de hacer negocio a como dé lugar, y otras cosas que terminan en esto. Catástrofe. Otra palabra no se le puede adjudicar.

Para esta noche tuve que adecuar mis hábitos. Necesariamente tuve que cenar después de las 12 de la noche. Los Priore tienen esa costumbre y yo, como visitante, obviamente que me adapto a ella. También tuve que adaptarme a vivirla de otra manera, con mucha más gente sentada a la mesa de lo habitual. Tuve que extrañar a mi mamá y a mi hermana, al menos por esa noche. Tuve que darle de comer a Lucía, tuve que reacostumbrarme a ello. Tuve también que reacostumbrarme a cambiarla, a bañarla, a jugar con ella, a sonreír al unísono con el amor de mi vida.

Creo no tener muchos más deseos en este año que los que ya mostré en mi último post del 2004. No creo que sean muchos más. El 2005 creo que me trajo mayor tranquilidad, mayor y mejor capacidad de análisis (por más que hayan transcurrido únicamente 10 horas y 42 minutos de este nuevo año) y una cuota de felicidad lo suficientemente grande como para que otras cosas empañen este comienzo. Todo, gracias a ella: