Viviendo a futuro
Creo haber escuchado palabras similares una y mil veces.
Seguramente escuché eso que tan bien me hace, la forma de decirlo, cada palabra, cada coma y cada punto en su lugar. El saberla ahí, al lado mío. Entrelazados en un abrazo tan imaginario como real.
Conté cosas totalmente ocultas, me desnudé mentalmente una vez más, y en una hipotética pero posible situación, dejé correr una vez más las lágrimas.
Ese pensamiento recorre mi cabeza una y mil veces al día. La misma caminata, los mismos conejos a la derecha, la misma curva a la izquierda, y todos que paran sus actividades. Ahí está ella. Ahí están las dos. Una sin entender, otra entendiendo perfectamente. Se miran, pero no se dicen nada. Una no puede decir, la otra no sabe qué.
Cinco minutos por favor, ya vuelvo. Los cinco se hacen diez, y la calma vuelve casi forzada. Ya está, ya pasó. No, seguramente no pasó. La procesión va por dentro, dicen y, mientras pienso eso, siento. Todas las sensaciones habidas y por haber.
Sé que con esto no digo mucho. Pero créanme que digo mucho más de lo que se imaginan.
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