Soy tu fan
Nobleza obliga: debo contar qué me pasaba, qué me tenía tan ilusionado. Que era lo que algunos días me sacaba el sueño. Lo realmente importante del post irá después.
Son cerca de las once y media de la noche y recibo un mensaje de texto en mi celular. La persona, tan fanática de Depeche Mode como yo, era quien lo enviaba. No es una persona que conozcan muchos, quizá una o dos personas, pero por respeto a ella, no vamos a mencionar su nombre. Sólo me voy a limitar a llamarla tentativamente “X”.
“X” me pedía, entre intempestiva e imperativamente, nombre y apellido completo y edad. Cuando uno recibe una indicación de ese tipo, lo primero que se pregunta es “¿para qué?”. El para qué era sencillo de entender para cualquiera, pero no para un fanático. En realidad, a fuer de sincero, era sencillo de entender para cualquiera; para mí era complicado de asimilar.
Allí “X” me contaba del viaje que había hecho para ver a DM a Europa; a la vuelta de ese viaje contó sus experiencias y sensaciones a la gente de depechemode.com, y allí entramos a jugar el resto de los actores. Cuestión: gente de una de las productoras que trabaja con Depeche Mode entrevistaría a algunos fans alrededor del mundo (o algo así) para un futuro DVD y ése era el motivo por el cual pedía mis datos.
Quizá contando esto rompa cierto grado de confidencialidad; tal vez cayendo en este relato lo único que hago es acrecentar las dudas de que todo esto sea verdad. Es probable que al leer esto, consideres que todo es una falacia de alguien muy volador buscando apoderarse de tu ingenuidad para jugar un rato con ella, o tal vez creas (y allí viene lo interesante del caso) que bien podrías haberte visto involucrado en esa ilusión si el actor fueras vos, si del otro lado del mostrador reemplazaras a Depeche Mode por la banda que te guste, o por el actor que prefieras, o por el periodista que admirás, en definitiva, por la o las personas que te generan un profundo respeto, tenga éste la índole que tenga.
Debo ser realista y decir que, el sólo hecho de imaginarme una situación de ese tipo (verme la cara en algún video, DVD, hablando de los tipos que me han cambiado la vida), me puso en un estado de idealización tal que olvidaba mis problemas, que hacía que todo aquello realmente preocupante quedara minimizado a una expresión invisible a los ojos, insensible a mi piel y no generara temor alguno. De seguro me hubiera achicado un poco ante la situación, convencido que el estar allí hubiera significado todo.
Esto me llevó a pensar si ser fanático de algo, de alguien, de lo que sea, termina siendo conveniente, se convierte en algo positivo, o simplemente es una arista no tan buena de la interiorización y profundización de un gusto. Hay fanáticos de todo tipos, devotos (palabra nunca mejor usada en este caso, sobre todo para mí, fan de DM) de cosas, de gente, de situaciones, de amores y desamores. En una canción se te va la vida; en un poster se te van los ojos. Coleccionás cosas carentes de valor material pero llenas de precio espiritual. No sé si yo me considere uno de esos. Dudo serlo realmente. De hecho no estoy lleno de remeras devotas, los discos que tengo no son todos los que yo querría, no tengo “el” conocimiento de vida, obra, muerte y resurrección de estos tipos; no sé qué número de zapatos usa Gahan, ni qué tintura usa Fletcher; no me preocupa en demasía la cantidad de hijos de Gore ni en qué calle vive Alan Wilder (mi DM favorito, como el de la gran mayoría que conozco). Asumo que todos estos detalles no me convertirían, para muchos, en un gran fanático.
Pero siento. Siento desde hace mucho. Desde que hace más o menos veinte años ví el video de “Everything Counts” y me llamó la atención esa melodía que lo primero que me hizo decir fue (palabra más, palabra menos, no me pidan precisiones) “¿dónde carajo estuve metido todo este tiempo sin escuchar esto?”, siento. Siempre siento, no hay forma que tal acorde de “Useless” se me pase por alto. Ni su video. Ni su significado (que resume tan pero tan bien mi vida, desde hace varios años). No hay forma que me despegue de esa música que escucho una, cien, mil veces. Y ponete una mano en el corazón… ¿O a vos no te pasa lo mismo? Ok, quizá no con la música, pero con algo te pasa. ¿No sos fanático? ¿No hay nada que te apasione? ¿Me querés hacer creer que sos de madera terciada?
He discutido varias veces con mucha gente acerca de quién considera fanático a tal o cual, y por qué. ¿Por haber comprado más discos? De ser así, sólo la gente con cierto poder adquisitivo tendría ventaja por sobre el resto. Todo se reduciría a una cuestión meramente económica. ¿Porque sólo escuchan a esa banda? Tampoco, al menos creo yo, no me caen bien esas formas tan cerradas. Disfruto escuchando otras cosas, también. La diferencia la hace el sentir. Eso que te pasa por la sangre, por el corazón, ese sonido que resuena en la cabeza, esa lágrima que se cae en ese solo de piano, esa frase que te hace reflexionar una y mil veces por más que la hayas escuchado hasta el cansancio. Ese tema que volvés a escuchar y siempre te dice algo, siempre. Esa charla en la que, hablando de ese tema, se te entrecorta la voz. Eso es ser fan. Eso debe ser fan. Eso creo que debe ser fan. Y, si eso es así, pues soy fanático.
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