Con signos vitales
Es increíble cómo un viaje de ocho horas puede hacer mella fácilmente en un cuerpo de más de un metro ochenta y varios kilos encima. Estoy virtualmente hecho percha, pero feliz, muy feliz.
El contacto con mi hija va "in crescendo" a medida que pasa el tiempo, no sólo parece que está contenta cuando estoy con ella, sino que ciertamente lo está. Uno toma conciencia de ello en cada contacto, en cada nueva situación que experimenta; lo de siempre, ya saben: cosas que no se imaginan si no son padres, y cosas de las que tienen real conocimiento si es que lo son.
Este viaje incluyó un viaje a Córdoba, la mitad de La Era del Hielo 2 (sí, la mitad porque en un momento la Luchi se asustó y me pidió de irnos del cine), un almuerzo, muchos juegos, una nueva muñeca (desconocía que una muñeca podía llamarse "Maguire" como efectivamente se llama; y también desconocía -iluso yo- que mi hija tenía tanta memoria en cuanto a dibujos animados se refiere), un poco de fiaca en la cama del hotel con ella haciéndome masajes con las patitas de pollo Granja del Sol que tiene, muchas cuadras "a cococho", un poco de calesita, mucho de tobogán y unas pizcas de juegos electrónicos.
Por último, aquello que estaba por momentos en coma como la relación entre su mamá y yo, por suerte ha mostrado algunos signos vitales interesantes como la charla de ayer antes de pegar la vuelta. No es que nos tiremos flores ni nos reclamemos algo; la charla de hecho circuló por temas en su mayoría económicos con relacion a Lucia, y eso tiene su parte positiva: tanto ella como yo sabemos que si hay algo que no le falta a nuestra hija, es amor. Y tampoco le falta nada a nivel plata, sólo que pensamos a futuro, y los dos pensamos conque tenga aún más cosas de las que tiene, que viva más cómoda, con más espacio, y bien educada, de la mejor forma posible. En definitiva, que viva como los dos esperamos.
Los fines de semana largo, cuando son con Lucia, terminan siendo más cortos que cualquier otro sábado y domingo convencional.
<< Home