Vacaciones 2006: Mi diario de viaje
Definitivamente, debo de considerarme afortunado. Sí. A uno no lo recibe todos los días este bombón rubio que está en este micro como azafata. Evidentemente, o le gusta mucho su trabajo, o lo necesita en demasía. Esta reina debiera estar en casa con su novio, esposo, amante o filo, sin embargo me sirve la cena.
Más allá de eso, lo destacable (mejor dicho, otra cosa destacable) pasó hace no más de 15 minutos. Lelo, como pocos, no compré comida, así que terminé en un local de Paty en la terminal de Retiro, donde seguramente tendría que pagar una hamburguesa con un ojo de mi deteriorada cara.
Mientras "fagocitaba" ese diminuto medallón de carne con queso y jamón, veo que un moncho toma el ketchup para su hamburguesa y... Señores, ya saben, yo les avisé, no digan que no: Bin Laden deja las armas de calibre y lo contrata a este muchacho. ¡Madre Santa, qué criminal! Juro que literalmente tapó la hamburguesa con el ketchup, es decir, comión ketchup con carne. De ahí en más, tuve OBVIAMENTE que levantarme e irme.
Día 1: Comienza a las 6 de la mañana, cuando la rubia azafata me despierta para desayunar (sí, las 6, donde dice "6 de la mañana" debe leerse exactamente eso). "It's raining cats and dogs", dicen los ingleses, y en este caso dan en la tecla: Carlos Paz me recibe con un aguacero impresionante. 7 am llego, taxi, al hotel, sin poder entrar a la habitación por el bendito check-in hasta las 10. Me afeito, me ducho, tomo un remis y ahí viene ella, feliz, descalza (la voy a matar !!!), jugamos un rato, recibe mis regalos y salimos a almorzar.
La señorita hoy quiere almorzar en "Il Gatto". Ok, vamos. No come NADA. Bah, si a un par de papas fritas le quieren llamar "comer", bueno, entonces come. La voy a matar 2. Se va al pelotero, y me reclama la poca cantidad de pelotitas que hay dentro de él. De pronto, la veo tirada en el piso, debajo del pelotero. Descubre la vil trampa: los hijos de puta de Il Gatto escondieron no menos de 100 pelotitas abajo del pelotero esperando que los chicos no las encuentren. Motherfuckers. Con mi hija no pudieron. Tomá. In your face.
Luego de una sobremesa bastante extensa, nos vamos al hotel. "Pretendo" dormir un ratito con ella, sí, pretendo, porque es IM-PO-SI-BLE. Así que vamos a los juegos, y una vueltita de calesita, y otro juego, y... "Luchi, ¿querés ir a ver una pelicula?". Lamentablemente, y por motivos más que obvios, no hay fotos del momento y de su cara de felicidad mirando "Chicken Little" (¿Qué esperaban, que la llevara a ver una película de Kiarostami?). Termina la peli, nos damos una vuelta por la feria donde está la madre, la ve, se quiere sentar en una silla donde la abertura entre la punta del respaldo y el asiento es lo suficientemente grande como para que ella pase por el medio, así que Luchi, no te tires para atraaaaas....paf ! (Rial dixit), corriendo al baño para mojarle la cabeza a la señorita.
Diez de la noche, cansado, la dejo en lo de los abuelos, paso por el Disco, compro algo para comer. Listo, fin del día 1. Muerto de sueño, no puedo más.
Diez de la noche, cansado, la dejo en lo de los abuelos, paso por el Disco, compro algo para comer. Listo, fin del día 1. Muerto de sueño, no puedo más.
Día 2: Como ya tenía algunas cosas grabadas de Lucia, me dispongo a levantarme relativamente temprano para irla a buscar, previo paso por un cyber a descargar todo el material, y poder ir para allá. Pero oh sorpresa, al del cyber se le ocurre no respetar su propio cartel, y son las 10 y nada, 10.05 y nada, 10.15 y nada. Termino en una panadería comprando dos facturas y un café para desayunar (no me gusta desayunar en el hotel), encuentro un cyber (justo en el que estoy ahora) con puerto USB, Windows XP y todo lo necesario para mi confort y música para volar, cambio mis mp3 por "Sleeping Satellite" de Tasmin Archer y "Feel" de Robbie Williams (a partir de ahora, mi banda de sonido de este viaje), subo las "cositas" de Lucia y la voy a buscar.
Almorzamos en el centro, recorro aproximadamente 152956 cajeros automáticos sin suerte: ninguno funciona. O sea, no funcionan. No es que no tienen plata. No funcionan.
Salimos hacia Playas de Oro, un balneario alejado del centro de la ciudad al que parece ir todo el mundo: por suerte tomamos el colectivo desde la terminal, lo que nos garantiza un par de asientos, pero a las pocas cuadras de iniciado el trayecto, el colectivo (no piensen que es un Mercedes de 10 metros de largo, más bien lo opuesto) se llena. Llegamos a Playas de Oro; hay muchísima gente, y aún el sol pegando fuerte. Elegimos el lugar más tranquilo para que Lucia pueda jugar, pero al entrar al agua, nos percatamos que hay demasiadas piedras para mi gusto y para nuestra salud, así que juntamos las cosas, damos la vuelta cruzando por el puente y encontramos otro lugar, lleno de arena, donde ella pueda descargar sus juguetes de río y distraerse un poco. El agua está sumamente caliente, se podría decir que tan caliente como sucia. Sí, no estamos en Aruba o en Punta Cana, esto no deja de ser un balneario argentino.
Lucia se pone a jugar con un nene que está con su mamá y una hermana más grande, yo calzo mi reproductor de mp3 y me quedo súbitamente dormido. Me despierto a los cinco minutos y empiezo a ver lo que no quería ver: el cielo empieza a llenarse de nubes negras, completamente negras. ¿Cuánto tiempo estuvimos, una hora y media? La puta madre, dejen mojarnos un poco más !!!
Pero lo peor no había llegado: le digo a Lucia que tenemos que levantar las cosas e irnos, antes que nos agarre la lluvia en pleno río. En la esquina para ese colectivo que nos trae y nos lleva...Sí, es esa cola INTERMINABLE la que hay que hacer para esperar el bendito colectivo.
A usted que me lee y que diariamente se queja de los colectivos, de los subtes o de los trenes. Sí, a usted, que piensa que viaja como ganado, o peor que el ganado. Sí, sí, a usted, que cree que se siente el peor pasajero del mundo. A usted le cuento: véngase un día a Playas de Oro, en Villa Carlos Paz, e intente volver en colectivo. Gente empujándose para sacar un boleto, el mínimo respeto para la gente que está con chicos (por suerte tuve la inteligencia de dejar pasar un par de colectivos hasta llegar casi al principio de la fila y garantizarme un lugar), todos amontonados. Cuando ustedes (sí, ustedes) se quejan que viajan como ganados, por lo menos pueden oler algún que otro aroma agradable de esa morocha vestida para ir a trabajar con la mejor ropa del mundo, o del muchacho (en el caso de las damas) de traje y corbata a quien le brillan los zapatos. Bueno, de eso acá poco y nada: evitaré hacer comentarios sobre los aromas percibidos en este viaje.
Lucia duerme en la vuelta, y yo, por obra y gracia de una ventanilla que no se cierra, me mojo todo. Más que en el río. Bueno, no importa. Llegamos al hotel, compramos una gaseosa con Luchi ya despierta. Jugamos mucho en la cama. Mucho. Pegamos narices con narices, orejas con orejas, pechitos con pechitos, ojos con ojos, y se ríe, mucho por suerte. Está con ganas de volverse, quiere ver a su mamá, estar con su abuela. Pegamos la vuelta. Me da un beso y un abrazo enorme, le manda uno igual o más grande a su abuela Nora y a su tía Adriana. Espero 45 minutos el colectivo de vuelta al hotel. Termino molido, aunque es temprano. Y mañana nos espera otro largo día. Fin del día 2.
Almorzamos en el centro, recorro aproximadamente 152956 cajeros automáticos sin suerte: ninguno funciona. O sea, no funcionan. No es que no tienen plata. No funcionan.
Salimos hacia Playas de Oro, un balneario alejado del centro de la ciudad al que parece ir todo el mundo: por suerte tomamos el colectivo desde la terminal, lo que nos garantiza un par de asientos, pero a las pocas cuadras de iniciado el trayecto, el colectivo (no piensen que es un Mercedes de 10 metros de largo, más bien lo opuesto) se llena. Llegamos a Playas de Oro; hay muchísima gente, y aún el sol pegando fuerte. Elegimos el lugar más tranquilo para que Lucia pueda jugar, pero al entrar al agua, nos percatamos que hay demasiadas piedras para mi gusto y para nuestra salud, así que juntamos las cosas, damos la vuelta cruzando por el puente y encontramos otro lugar, lleno de arena, donde ella pueda descargar sus juguetes de río y distraerse un poco. El agua está sumamente caliente, se podría decir que tan caliente como sucia. Sí, no estamos en Aruba o en Punta Cana, esto no deja de ser un balneario argentino.
Lucia se pone a jugar con un nene que está con su mamá y una hermana más grande, yo calzo mi reproductor de mp3 y me quedo súbitamente dormido. Me despierto a los cinco minutos y empiezo a ver lo que no quería ver: el cielo empieza a llenarse de nubes negras, completamente negras. ¿Cuánto tiempo estuvimos, una hora y media? La puta madre, dejen mojarnos un poco más !!!
Pero lo peor no había llegado: le digo a Lucia que tenemos que levantar las cosas e irnos, antes que nos agarre la lluvia en pleno río. En la esquina para ese colectivo que nos trae y nos lleva...Sí, es esa cola INTERMINABLE la que hay que hacer para esperar el bendito colectivo.
A usted que me lee y que diariamente se queja de los colectivos, de los subtes o de los trenes. Sí, a usted, que piensa que viaja como ganado, o peor que el ganado. Sí, sí, a usted, que cree que se siente el peor pasajero del mundo. A usted le cuento: véngase un día a Playas de Oro, en Villa Carlos Paz, e intente volver en colectivo. Gente empujándose para sacar un boleto, el mínimo respeto para la gente que está con chicos (por suerte tuve la inteligencia de dejar pasar un par de colectivos hasta llegar casi al principio de la fila y garantizarme un lugar), todos amontonados. Cuando ustedes (sí, ustedes) se quejan que viajan como ganados, por lo menos pueden oler algún que otro aroma agradable de esa morocha vestida para ir a trabajar con la mejor ropa del mundo, o del muchacho (en el caso de las damas) de traje y corbata a quien le brillan los zapatos. Bueno, de eso acá poco y nada: evitaré hacer comentarios sobre los aromas percibidos en este viaje.
Lucia duerme en la vuelta, y yo, por obra y gracia de una ventanilla que no se cierra, me mojo todo. Más que en el río. Bueno, no importa. Llegamos al hotel, compramos una gaseosa con Luchi ya despierta. Jugamos mucho en la cama. Mucho. Pegamos narices con narices, orejas con orejas, pechitos con pechitos, ojos con ojos, y se ríe, mucho por suerte. Está con ganas de volverse, quiere ver a su mamá, estar con su abuela. Pegamos la vuelta. Me da un beso y un abrazo enorme, le manda uno igual o más grande a su abuela Nora y a su tía Adriana. Espero 45 minutos el colectivo de vuelta al hotel. Termino molido, aunque es temprano. Y mañana nos espera otro largo día. Fin del día 2.
Día 3: Ya lo dijo el filósofo, coterráneo mío, Jorge Rafael Aguete: "El matrimonio y la limpieza es un negocio". Situación:
Yo: "Hola, mirá, vengo a dejarte esto para lavado y secado, son dos remeras y un par de medias"
Señor de la lavandería: "Mirá que estas tres cosas y el canasto completo te salen lo mismo, eh!" (Pretendiendo que le deje más ropa de la que tenía para lavar, no le voy a andar llevando la ropa limpia así porque sí...ja!"
Yo: "No, es eso solo...¿cuánto es?"
Señor de la lavandería: "Diez pesos"
Yo: "Tres me dijo" (y mi lógica decía que eran tres pesos, no podía ser mucho más)
Señor de la lavandería: "No, diez, diez pesos"
En fin......no tengo otro local cerca, sino me lo llevaba sin previo aviso.
Hoy va a ser un día bastante largo. El camino hasta la Falda lleva más de preparativo que de viaje en sí mismo. Para colmo, se percibe desde el vamos que Lucia está más que hincha hoy. La paso a buscar relativamente temprano por su casa (11 de la mañana es temprano?), volvemos a Carlos Paz y sufrimos nuevamente el caos de los transportes acá: el micro que nos lleva (que hace recorrido Córdoba-Cruz del Eje, con paradas en Carlos Paz, Cosquín y La Falda) está demorado: un accidente en el peaje camino a Carlos Paz demora todo. Conseguimos, vaya uno a saber cómo, un asiento al final del colectivo; Lucia tiene hambre, come un sandwich de miga y se duerme casi todo el viaje. La Falda está linda como siempre, o como a mí me gusta verla, tranquila, apacible, pareciera que cualquier cosa, por pequeña que ésta fuera, la molestaría. Vamos a comer al mismo lugar donde vamos todos los años, o todas las veces que estamos en La Falda: es el restaurant de un hotel, abierto al público, donde se come de novela. La señorita no quiere comer, no come de hecho. Empezamos a caminar por la Avenida Eden, esa de los mejores locales comerciales, la de los hoteles preciosos, la de una tranquilidad aplastante, la que nos lleva a ver las sierras más de cerca. Lucia pide un helado insistentemente. Ahora pide cocochito, cosa que mi espalda no quiere, pero cumple. Ahora quiere ir a "los jueguitos", cosa que mi bolsillo no quiere, pero cumple. Se pone ñañosa, por no decir (por primera vez en estas vacaciones) insoportable. Volvemos. La dejo, quizá mañana sea un día más distendido, con menos nervio y con otra peli para ver. Fin del día 3.
Yo: "Hola, mirá, vengo a dejarte esto para lavado y secado, son dos remeras y un par de medias"
Señor de la lavandería: "Mirá que estas tres cosas y el canasto completo te salen lo mismo, eh!" (Pretendiendo que le deje más ropa de la que tenía para lavar, no le voy a andar llevando la ropa limpia así porque sí...ja!"
Yo: "No, es eso solo...¿cuánto es?"
Señor de la lavandería: "Diez pesos"
Yo: "Tres me dijo" (y mi lógica decía que eran tres pesos, no podía ser mucho más)
Señor de la lavandería: "No, diez, diez pesos"
En fin......no tengo otro local cerca, sino me lo llevaba sin previo aviso.
Hoy va a ser un día bastante largo. El camino hasta la Falda lleva más de preparativo que de viaje en sí mismo. Para colmo, se percibe desde el vamos que Lucia está más que hincha hoy. La paso a buscar relativamente temprano por su casa (11 de la mañana es temprano?), volvemos a Carlos Paz y sufrimos nuevamente el caos de los transportes acá: el micro que nos lleva (que hace recorrido Córdoba-Cruz del Eje, con paradas en Carlos Paz, Cosquín y La Falda) está demorado: un accidente en el peaje camino a Carlos Paz demora todo. Conseguimos, vaya uno a saber cómo, un asiento al final del colectivo; Lucia tiene hambre, come un sandwich de miga y se duerme casi todo el viaje. La Falda está linda como siempre, o como a mí me gusta verla, tranquila, apacible, pareciera que cualquier cosa, por pequeña que ésta fuera, la molestaría. Vamos a comer al mismo lugar donde vamos todos los años, o todas las veces que estamos en La Falda: es el restaurant de un hotel, abierto al público, donde se come de novela. La señorita no quiere comer, no come de hecho. Empezamos a caminar por la Avenida Eden, esa de los mejores locales comerciales, la de los hoteles preciosos, la de una tranquilidad aplastante, la que nos lleva a ver las sierras más de cerca. Lucia pide un helado insistentemente. Ahora pide cocochito, cosa que mi espalda no quiere, pero cumple. Ahora quiere ir a "los jueguitos", cosa que mi bolsillo no quiere, pero cumple. Se pone ñañosa, por no decir (por primera vez en estas vacaciones) insoportable. Volvemos. La dejo, quizá mañana sea un día más distendido, con menos nervio y con otra peli para ver. Fin del día 3.
Día 4: Hoy el día empieza mucho más tarde, primero porque vamos para Córdoba y esto va a ser recién por la tarde, segundo, llueve como el día que llegué, aunque por más tiempo, es decir: me despierto con lluvia, y hasta media hora antes que me vaya (es decir, cerca de 17.30 hs) no para por un segundo, más o menos intensamente, pero sigue cayendo agua en esta ciudad. A eso de las 16 retiro a Lucia de su casa, vamos al hotel, me afeito (no sin explicarle a la Luchi, debido a sus preguntas, qué es y para qué uno se afeita), me ducho, salimos, no sin antes algún que otro caprichito de la señorita.
Se duerme en el viaje, llegamos a Patio Olmos, visita los juegos (obvio, para qué otra cosa vamos a ir???), y a eso de las ocho aparecen mis amigos cordobeses para pasarnos a buscar. Ceno con ellos en la casa de Cande, a eso de las 22.40 volvemos hacia la terminal para emprender la vuelta. Desde ya, todo muuuy rico. Mientras volvíamos en el colectivo, Lucia se da vuelta, se quiere dormir, me agarra la mano y se duerme. Y yo me muero.
Fin del día 4.
Se duerme en el viaje, llegamos a Patio Olmos, visita los juegos (obvio, para qué otra cosa vamos a ir???), y a eso de las ocho aparecen mis amigos cordobeses para pasarnos a buscar. Ceno con ellos en la casa de Cande, a eso de las 22.40 volvemos hacia la terminal para emprender la vuelta. Desde ya, todo muuuy rico. Mientras volvíamos en el colectivo, Lucia se da vuelta, se quiere dormir, me agarra la mano y se duerme. Y yo me muero.
Fin del día 4.
Día 5: No me voy con la mejor de las sensaciones. En realidad es una mezcla de cosas netamente positivas con algunas otras que debo aprender aún a asimilar. Hoy Lucia estuvo cinco horas conmigo, hasta cerca de las 17 hs., cuando se le ocurrió que quería ver a la madre, más allá de hacer cualquier otra cosa. Anoche le pasó lo mismo, ya acostada en la cama del hotel. Sí, el tiempo que pasamos hoy fue increíble, entre plaza, compras en el Disco, almuerzo juntos en la costanera a la orilla del "río", ver los dibujitos juntos y esas cosas. Pero el querer irse temprano, el estar dependiendo de su "mamá", veo que es algo que aún no aprendí a asimilar. Quién sabe cuánto tiempo me llevará eso, si lo terminaré de asimilar en algún momento, quizá cuando sea más grande y su nivel de comprensión sea mayor. Quizá eso no pase nunca y, de alguna forma, deba conformarme con esta posición de "segundo" en su vida. Aunque no lo sea y todo el mundo se encargue de decirme que no es así. Seguramente no es así, seguramente no lo será, y seguramente alguien que no está en mi cuerpo verá la situación un poco más claramente que yo. Es posible que así sea.
En poco más de dos horas vuelvo a casa, a realmente "descansar". Ya he hablado de las pilas que te saca Lucia, de lo que cuesta llevarle el ritmo para alguien como yo que no está acostumbrado a estar tan cerca de ella tanto tiempo. Sí, me voy contento; sí, me voy feliz por verla; sí, ya la extraño. Y sí, en algún momento iba a hacer un diario de viaje. Es un poco extenso, pero acá está.
Felicitaciones, llegaste al final. Te ganaste un beso en cada mejilla.
Bonus tracks:
1. Lucia dice ya no me acuerdo qué cosa
2. Su versión de Pinocho supera claramente a la de Pipo Pescador y otros ladris
3. Saludos Familiares
Aclaraciones: para todos los videos, es necesarios tener instalado Quicktime. Cuando abren cada link, primero presionan en OK, los llevará a otra pantalla, allí colocan el código que aparece luego de unos 20 segundos y listo, a bajar se ha dicho ! (?)
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