Overtime
Tiempo. Es lo único que pedí. Como quien pierde por dos y le queda una bola por jugar. Tiempo. Para pensar. Para calmarme. Para replantearme ciertas cosas. Tiempo.
Y si bien las cosas se dieron demasiado rápido, me dio tiempo. Tiempo para conocerla, para acostumbrarme a ella. Tiempo para subirme a un auto y llegar a la siguiente estación cuando lo necesitaba. Tiempo para quererla, para amarla, para aceptarla como compañera y amiga.
Ella me dio todo ese tiempo y mucho más. Si sólo me hubiese dado eso, seguramente no hubiera sido suficiente para mí. Pero ella no sólo me dio eso. Me entendió en mis problemas, me acompañó y me acompaña en mis angustias, se bancó mis broncas, mis enojos, mis desamores y mis conflictos. Se enojó conmigo, me enojé con ella, nos amigamos, nos desamigamos, nos reímos, lloramos, nos jugamos el uno por el otro. Asumí que eso también forma parte del tiempo.
Este fin de semana fue especial, muy especial. No es que hayamos hecho nada fuera de lo normal, de hecho fue muy parecido a otros. Pero con una esencia muy propia de algo que sabemos que es distinto a todos los momentos anteriores. Hablamos mucho, hablamos de cosas que nos gustan y de cosas que no nos gustan, de cosas que me cuesta asumir aún y de cosas que ella aún no asume del todo o que, como bien ella escribe en su lugar del cyberespacio reservado a sus emociones, entiende pero no asume, no asimila definitivamente. Desayunamos, miramos la tele, nos reímos, nos pusimos serios, jugamos al básquet, nos miramos...mejor no sigo, quienes leen acá poseen la imaginación suficiente como para hacerme ahorrar palabras.
Ya no hace falta jugar overtime. Gané con el tiempo que me dio para la última bola del partido.
Y si bien las cosas se dieron demasiado rápido, me dio tiempo. Tiempo para conocerla, para acostumbrarme a ella. Tiempo para subirme a un auto y llegar a la siguiente estación cuando lo necesitaba. Tiempo para quererla, para amarla, para aceptarla como compañera y amiga.
Ella me dio todo ese tiempo y mucho más. Si sólo me hubiese dado eso, seguramente no hubiera sido suficiente para mí. Pero ella no sólo me dio eso. Me entendió en mis problemas, me acompañó y me acompaña en mis angustias, se bancó mis broncas, mis enojos, mis desamores y mis conflictos. Se enojó conmigo, me enojé con ella, nos amigamos, nos desamigamos, nos reímos, lloramos, nos jugamos el uno por el otro. Asumí que eso también forma parte del tiempo.
Este fin de semana fue especial, muy especial. No es que hayamos hecho nada fuera de lo normal, de hecho fue muy parecido a otros. Pero con una esencia muy propia de algo que sabemos que es distinto a todos los momentos anteriores. Hablamos mucho, hablamos de cosas que nos gustan y de cosas que no nos gustan, de cosas que me cuesta asumir aún y de cosas que ella aún no asume del todo o que, como bien ella escribe en su lugar del cyberespacio reservado a sus emociones, entiende pero no asume, no asimila definitivamente. Desayunamos, miramos la tele, nos reímos, nos pusimos serios, jugamos al básquet, nos miramos...mejor no sigo, quienes leen acá poseen la imaginación suficiente como para hacerme ahorrar palabras.
Ya no hace falta jugar overtime. Gané con el tiempo que me dio para la última bola del partido.
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