Maldita guerra
Esta historia es triste, sumamente triste. Y comienza en 1985.
En ese año, Yugoslavia se consagra campeón europeo de básquetbol en categoría cadetes (al menos así se la conoce en Argentina). Luego, en 1987, en Bormio (Italia), logra su esplendor uno de los equipos más notables que se hayan visto, al menos en el ámbito FIBA.
En ese torneo, en una de las rondas preliminares, Yugoslavia enfrentó a Estados Unidos. Un equipo norteamericano lleno de figuras: Gary Payton, Lionel Simmons, Stacey Augmon y Larry Johnson formaban parte de esa estructura, que fue derribada como castillo de naipes por un genial Toni Kukoc, autor de 11 de 12 triples esa noche.
Cada uno siguió su camino hasta la final, donde se volverían a encontrar. Los norteamericanos, alarmados y asustados por la performance de Kukoc, lo marcaron y sobremarcaron. Error. Entre Dino Radja y Vlade Divac destrozaron la zona pintada y le dieron a Yugoslavia un nuevo título mundial, esta vez con el marcador final de 86-76.
Sin embargo, todo cambiaría algunos años después. En el Mundial de Argentina, en 1990, Yugoslavia volvería a ser campeón del mundo con la base de aquel equipo, con el añadido del genial y ya desaparecido Drazen Petrovic. En ese equipo incluso jugaba Zeljko Obradovic, actual entrenador serbio. En el medio del festejo, hubo un altercado: un aficionado yugoslavo pisó el parquet del Luna Park con una bandera croata, Vlade Divac se enfureció y golpeó a ese aficionado.
Al año siguiente, en semifinales del Europeo de Italia, un fax llegó a la concentración yugoslava. Estaba firmado por el ministro de deportes de Eslovenia y le pedía expresamente a Juri Zdovc, emblema defensivo de ese equipo, que no participara, ni de la semifinal, ni de la eventual final. Zdovc se hizo eco de ese pedido, y más allá de su ausencia, Yugoslavia llegó a la final y se deshizo con extrema sencillez del local en la final para conseguir un título más.
Ese fue el final. Al año siguiente, Croacia, Bosnia Herzegovina y otras naciones lograron su independencia como naciones. Eso hizo que los jugadores yugoslavos pudieran optar por quién iban a jugar en las próximas competencias internacionales: así Drazen Petrovic (nacido en Sibenka, Croacia) lo hizo por su región natal, lo mismo que Toni Kukoc y Dino Radja. Vlade Divac (ya en los Lakers) y Sasha Djordjevic lo hicieron para Yugoslavia, así como Teo Alibegovic y el mencionado Zdovc lo hicieron para Eslovenia.
Esto podría llegar a ser un dato anecdótico. Sin embargo, algunos jugadores de rol que tuvo aquel equipo de Bormio no tuvieron tanta suerte, no ganaron millones en sus equipos, y algunos de ellos siquiera pudieron mantener una carrera rentable como basquetbolistas que los alejara de los problemas políticos y religiosos reinantes en el Adriático. Así, algunos estuvieron en los frentes de combate de Sarajevo y perdieron la vida en la guerra.
Me hubiera gustado aportar más datos, ser más concreto en algunos puntos. Pero es lo que recuerdo, lo que se me viene a la memoria, y ahora que veo a mi selección tan unida, me aparece en la retina esta otra selección, conformada por varios de los mejores jugadores que ví en mi vida...y cómo el deporte puede unir y desunir...todo por una puta guerra.
En ese año, Yugoslavia se consagra campeón europeo de básquetbol en categoría cadetes (al menos así se la conoce en Argentina). Luego, en 1987, en Bormio (Italia), logra su esplendor uno de los equipos más notables que se hayan visto, al menos en el ámbito FIBA.
En ese torneo, en una de las rondas preliminares, Yugoslavia enfrentó a Estados Unidos. Un equipo norteamericano lleno de figuras: Gary Payton, Lionel Simmons, Stacey Augmon y Larry Johnson formaban parte de esa estructura, que fue derribada como castillo de naipes por un genial Toni Kukoc, autor de 11 de 12 triples esa noche.
Cada uno siguió su camino hasta la final, donde se volverían a encontrar. Los norteamericanos, alarmados y asustados por la performance de Kukoc, lo marcaron y sobremarcaron. Error. Entre Dino Radja y Vlade Divac destrozaron la zona pintada y le dieron a Yugoslavia un nuevo título mundial, esta vez con el marcador final de 86-76.
Sin embargo, todo cambiaría algunos años después. En el Mundial de Argentina, en 1990, Yugoslavia volvería a ser campeón del mundo con la base de aquel equipo, con el añadido del genial y ya desaparecido Drazen Petrovic. En ese equipo incluso jugaba Zeljko Obradovic, actual entrenador serbio. En el medio del festejo, hubo un altercado: un aficionado yugoslavo pisó el parquet del Luna Park con una bandera croata, Vlade Divac se enfureció y golpeó a ese aficionado.
Al año siguiente, en semifinales del Europeo de Italia, un fax llegó a la concentración yugoslava. Estaba firmado por el ministro de deportes de Eslovenia y le pedía expresamente a Juri Zdovc, emblema defensivo de ese equipo, que no participara, ni de la semifinal, ni de la eventual final. Zdovc se hizo eco de ese pedido, y más allá de su ausencia, Yugoslavia llegó a la final y se deshizo con extrema sencillez del local en la final para conseguir un título más.
Ese fue el final. Al año siguiente, Croacia, Bosnia Herzegovina y otras naciones lograron su independencia como naciones. Eso hizo que los jugadores yugoslavos pudieran optar por quién iban a jugar en las próximas competencias internacionales: así Drazen Petrovic (nacido en Sibenka, Croacia) lo hizo por su región natal, lo mismo que Toni Kukoc y Dino Radja. Vlade Divac (ya en los Lakers) y Sasha Djordjevic lo hicieron para Yugoslavia, así como Teo Alibegovic y el mencionado Zdovc lo hicieron para Eslovenia.
Esto podría llegar a ser un dato anecdótico. Sin embargo, algunos jugadores de rol que tuvo aquel equipo de Bormio no tuvieron tanta suerte, no ganaron millones en sus equipos, y algunos de ellos siquiera pudieron mantener una carrera rentable como basquetbolistas que los alejara de los problemas políticos y religiosos reinantes en el Adriático. Así, algunos estuvieron en los frentes de combate de Sarajevo y perdieron la vida en la guerra.
Me hubiera gustado aportar más datos, ser más concreto en algunos puntos. Pero es lo que recuerdo, lo que se me viene a la memoria, y ahora que veo a mi selección tan unida, me aparece en la retina esta otra selección, conformada por varios de los mejores jugadores que ví en mi vida...y cómo el deporte puede unir y desunir...todo por una puta guerra.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< Home