Doce tipos argentos
No esperen otra cosa: seguramente voy a escribir muchas cosas similares a esta.
Ya ni me acuerdo cuándo escribí esto, sí sé que mucha gente lo escuchó por la radio y le gustó mucho, así que aquí va:
De chico me enseñaron que jurar no es bueno. De grande voy a tener que modificar mis hábitos. Juro que jamás pensaré que mi selección está herida, mucho menos muerta. Juro que nunca diré "este equipo no le gana a nadie". Juro que recordaré por los siglos de los siglos amén a este equipo, el único que me hace llorar. Juro que agradeceré eternamente a León Najnudel por crear la liga nacional de básquetbol, al Sr y la Sra Ginóbili por ese polvo maravilloso de hace 28 años, a Claudio Severini por cursarle esa invitación a Pepe Sánchez a Temple, a la genética por hacer de Walter Herrmann el tipo con las manos más grandes del planeta posiblemente. También juro que alabaré a los dirigentes de Atenas por ir a buscar a las Varillas a un chico de apellido Oberto, al pueblo de Villa Angela en Chaco por acobijar a un coloradito de nombre Rubén, al Tau Cerámica por jugársela por un lunguito lleno de talento a los 17 años de nombre Luis. También incluyo en la alabanza al club Ceci de Gálvez por hacer del Chapu Nocioni un jugador con carácter. Y, fundamentalmente, les voy a agradecer a mis viejos, porque cuando la escuela me dio esa beca en Independiente no me compraron la raqueta Wilson que quería y me mandaron al Bottaro a hacer picar una cosa redonda y naranja que jamás había visto. Juro recordar todo eso, eso y mucho más, por más que hoy a la tarde haya un metal dorado o plateado en el pecho de doce tipos argentos.
(Previo a la final por el oro en Atenas 2004 entre Argentina e Italia)
Ya ni me acuerdo cuándo escribí esto, sí sé que mucha gente lo escuchó por la radio y le gustó mucho, así que aquí va:
De chico me enseñaron que jurar no es bueno. De grande voy a tener que modificar mis hábitos. Juro que jamás pensaré que mi selección está herida, mucho menos muerta. Juro que nunca diré "este equipo no le gana a nadie". Juro que recordaré por los siglos de los siglos amén a este equipo, el único que me hace llorar. Juro que agradeceré eternamente a León Najnudel por crear la liga nacional de básquetbol, al Sr y la Sra Ginóbili por ese polvo maravilloso de hace 28 años, a Claudio Severini por cursarle esa invitación a Pepe Sánchez a Temple, a la genética por hacer de Walter Herrmann el tipo con las manos más grandes del planeta posiblemente. También juro que alabaré a los dirigentes de Atenas por ir a buscar a las Varillas a un chico de apellido Oberto, al pueblo de Villa Angela en Chaco por acobijar a un coloradito de nombre Rubén, al Tau Cerámica por jugársela por un lunguito lleno de talento a los 17 años de nombre Luis. También incluyo en la alabanza al club Ceci de Gálvez por hacer del Chapu Nocioni un jugador con carácter. Y, fundamentalmente, les voy a agradecer a mis viejos, porque cuando la escuela me dio esa beca en Independiente no me compraron la raqueta Wilson que quería y me mandaron al Bottaro a hacer picar una cosa redonda y naranja que jamás había visto. Juro recordar todo eso, eso y mucho más, por más que hoy a la tarde haya un metal dorado o plateado en el pecho de doce tipos argentos.
(Previo a la final por el oro en Atenas 2004 entre Argentina e Italia)
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